Skip to content Skip to footer

Etapa 2 – De Neuquén a Santa Cruz de la Sierra: Una travesía que no afloja 

Día 1: Neuquén – Chos Malal
El viaje arrancó apenas aterrizamos en Neuquén. El Colo nos pasó a buscar al aeropuerto y nos llevó directo a un taller amigo donde nos esperaban nuestras motos: limpias, revisadas, listas para rodar. Habíamos perdido un día por un paro de transporte en Argentina, así que sin perder tiempo, salimos ese mismo mediodía a sumar los primeros kilómetros de esta etapa. 

Tomamos la mítica Ruta 40 hacia el norte. La jornada fue larga: salimos de madrugada desde Buenos Aires y ya estábamos arriba de la moto el mismo día. La llegada a Chos Malal —un pueblo que no conocíamos— nos sorprendió gratamente. Buena gente, buena comida (excepto la de Tauro), y un paisaje andino que empezaba a preparar el terreno para lo que vendría. Cerramos la noche con una merecida cena y descanso profundo. 

Día 2: Chos Malal – San Rafael (Miss Olivos)
Desde temprano retomamos la Ruta 40. A medida que avanzábamos, el paisaje se volvía más árido y la ruta más despareja. Luego de pasar la Laguna Coipo Lauquén, el asfalto desapareció por completo. Santi iba unos kilómetros adelante; con Gastón hicimos una pausa para evaluar el terreno. En eso, nos cruzamos con Francisco, un ciclista de ruta que nos advirtió que teníamos por delante más de 70 km de ripio suelto. 

Como ya es costumbre, bajamos la presión de las gomas para ganar tracción y seguimos. Fue un tramo bravo, divertido y cansador. Yo llegué a Malargüe y me encontré con Santi, que ya estaba en la estación de servicio cargando nafta. Nos recomendaron una parrilla y nos sentamos a almorzar. 

Pasó más de una hora sin novedades de Gastón. Finalmente, llegó caminando despacio y tomándose la mano: se había caído en el ripio y, aunque al principio parecía una lesión menor, la moto estaba desarmada y la mano claramente dolorida. 

Seguimos viaje hasta San Rafael, donde nos alojamos en Miss Olivos, una posada enclavada entre olivares y con producción propia de aceite de oliva. Silvana, Marina y Roxy, dueñas y fundadoras de Miss Olivos, nos recibieron con calidez, y la noche cerró con una cena de colita de cuadril al vino blanco, luna llena y fogón bajo las estrellas. 

Día 3: San Rafael – San Juan
Gastón salió a probar la mano en ruta. Almorzamos en Mendoza Capital, donde decidió que lo mejor era volver a Buenos Aires a recuperarse. Estábamos en el punto más cercano para hacerlo y planeó reencontrarse con nosotros más adelante. 

Santi y yo seguimos hasta San Juan, donde trazamos el nuevo plan: teníamos que llegar a Santa Cruz para el viernes, invitados por KTM Bolivia a un evento especial. Nos esperaban muchos kilómetros por delante. 

Día 4: San Juan – Santa María (Catamarca) 
El tramo de ese día estuvo marcado por los badenes de la Ruta 40, cientos de vados construidos para el paso del agua en épocas de lluvia. Por suerte, estaban secos y nos permitieron mantener buen ritmo. La Ruta 40 en esta parte del país serpentea entre cerros bajos, salpicados de pequeñas fincas, burros sueltos y casitas de adobe. Almorzamos en Chilecito, La Rioja, un pueblo minero con una historia ferroviaria fascinante, donde conocimos a Omar, un biker amigo de Esteban que se cruzó en medio de su entrenamiento en MTB. Charlamos un rato, nos tiró varias recomendaciones de ruta, y seguimos viaje con más entusiasmo. 

Pasamos por Tucumán —donde el verde se intensifica y la ruta se vuelve más poblada— hasta llegar a Santa María, Catamarca. Es un pueblito rústico, pintoresco, y sin hoteles convencionales, pero con una gran tradición de recibir viajeros. Ada nos ofreció una habitación en su casa y nos recomendó un restaurante local donde las empanadas fueron protagonistas de la noche. 

Punto al margen: no pudimos llegar a una conclusión clara sobre cuáles empanadas eran las mejores —si las catamarqueñas, las tucumanas o las salteñas— pero sí quedó claro que estaban a años luz de las que habíamos comido en San Martín de los Andes. Acá la masa era casera, el relleno sabroso, y el repulgue artesanal. Una verdadera competencia gastronómica del norte argentino. 

Día 5: Santa María – San Salvador de Jujuy 
Salimos bien temprano, sabiendo que sería una jornada larga. Al poco tiempo llegamos a Cafayate, en el corazón de los Valles Calchaquíes. Es un pueblo pequeño, de calles tranquilas, con arquitectura colonial y rodeado de viñedos que producen los famosos vinos torrontés. Nos tomamos un café con vistas a la plaza y seguimos rumbo a Cachi. 

El camino que une Cafayate con Cachi es tan bello como difícil. Tramos de ripio suelto, tierra suelta y arena, pero con vistas majestuosas: quebradas, cardones gigantes, montañas de colores. Fue uno de los trayectos más exigentes de esta etapa. En este tramo pasamos también por la famosa Recta del Tin Tin, una recta de 19 km trazada por los incas y ubicada dentro del Parque Nacional Los Cardones. Flanqueada por una postal de cactus altísimos y cielo puro, es uno de esos lugares que te hacen frenar y respirar hondo. Pensamos mucho en Gastón, que se lo perdía… aunque también se salvaba de un buen sacudón. 

En Cachi, otro pueblo de película, almorzamos rápido. Su plaza, su iglesia blanca y las calles empedradas nos obligaron a parar unos minutos más. De ahí seguimos hacia San Lorenzo, en las afueras de Salta capital, donde hicimos una pausa para tomar un té con masas en el Hotel Las Moras. Luego seguimos hasta San Salvador de Jujuy, donde cenamos y finalmente descansamos tras una jornada intensa. 

Día 6: Jujuy – Tarija (Bolivia) 
Este día arrancó con el último tramo de ruta argentina, y quizás el más simbólico. Elegimos la Ruta 9, que atraviesa los pueblos más emblemáticos del norte: Purmamarca y su Cerro de los Siete Colores, Tilcara con su feria de artesanos, Humahuaca con su aire a otro tiempo. Cada parada era una postal. 

Llegamos a La Quiaca antes del mediodía. Pasar la aduana fue una odisea: casi tres horas de trámites, espera y calor. Cruzamos a Villazón, Bolivia, y ahí mismo decidimos subir hasta Tarija, una ciudad escondida entre montañas. Para llegar, debimos encarar un camino de ripio y cornisa que trepaba hasta los 4.300 metros sobre el nivel del mar. El aire se volvía cada vez más fino, la vegetación cambiaba, y el paisaje se volvía lunar. Fue uno de esos momentos en los que sentís lo pequeños que somos ante la geografía. 

Día 7: Tarija – Santa Cruz de la Sierra
Este fue uno de los días más intensos. Nos adentramos en lo que llaman el “infierno verde”: selva, caminos rotos, barro, calor húmedo, tierra suelta. La ruta serpentea durante horas entre montañas con vegetación espesa. A ratos no cruzábamos a nadie, solo sonidos de la selva y el motor. 

Cada curva era una prueba, pero también una recompensa. Finalmente, logramos llegar a Santa Cruz de la Sierra justo a tiempo para el evento de KTM Bolivia, al que nos había invitado el gran Chavo Salvatierra. Esa noche nos recibió nuestro amigo Monín Camacho. Compartimos cena, anécdotas y planes para lo que vendría. 

Día 8: El Tour de KTM Bolivia y la llegada a La Pajcha 
El viernes arrancó con una dosis de incertidumbre: nos uníamos al tour de aventura de KTM junto a otros 40 riders. Primero, lo básico: cargar nafta. En Bolivia no es tan simple para extranjeros, pero entre varias estaciones lo logramos. Nos lanzamos sin saber bien a qué íbamos. Como siempre, nos tiramos a la pileta. 

El primer tramo fue sobre asfalto, con curvas cerradas y vegetación densa, hasta una bodega en medio de las montañas donde almorzamos. Desde allí, el modo “aventura” se activó: 50 km de tierra, piedra y barro entre cerros para llegar a una cascada escondida llamada La Pajcha

Tomamos el camino corto y llegamos primeros. El lugar parecía un oasis preparado por KTM: carpas, barra, luces, DJ, escenario y un chef cocinando paella en el medio de la nada. Armamos nuestra carpa, inflamos el colchón (extrañando fuertemente la cama del hotel). 

Mientras llegaban los demás riders, los recibimos con fernet bien frío (y bien merecido!). Conocimos gente increíble: Ariel, Patrick, Bernardo, y muchos más. Sonó rock and roll en vivo con Los Salmones, y celebramos el cumpleaños de José, papá de Juan, quien organizó todo el evento. 
 
Una vez en la carpa y bien entrada la noche, el colchón se desinfló. Lo inflamos a mano más de una vez durante una noche lluviosa y fría. Un clásico. 

Final de Etapa: Santa Cruz de la Sierra
A la mañana siguiente, bajo el sol y con algo de resaca, desarmamos campamento y emprendimos el regreso por ese mismo camino, ahora húmedo por la lluvia nocturna. Fue una prueba final a nuestra técnica y paciencia. Al llegar a Santa Cruz, una ducha caliente nos volvió al mundo. 

Esa noche cenamos una vez más con Monín, y dejamos las motos en KTM Bolivia para que las dejen a punto. La etapa había terminado. 

La aventura no afloja. Y nosotros, tampoco. 

1 Comment

  • Majo Maestu
    Posted mayo 13, 2025 at 11:43 am

    Excelente experiencia!!! Gracias por compartir tan linda aventura

Leave a comment