Fase 1: Buenos Aires – Usuahia
Desde el año 2006, había albergado un sueño que parecía tan inmenso como la geografía misma del continente americano: recorrer en moto desde Miami hasta Buenos Aires. Pero los años, la vida y las aspiraciones hicieron que ese sueño creciera. Ya no se trataba solo de un recorrido entre dos ciudades, sino de una travesía monumental, un viaje épico desde el extremo sur del mundo en Ushuaia hasta Alaska, en el extremo norte.
Este diciembre, decidí dar el primer paso en esta aventura que tanto tiempo llevaba planeando. Compré mi moto, una Husqvarna Norden 901, en Miami, la embalé con cuidado y la envié por avión a Buenos Aires. Yo volé después, ansioso por comenzar. Allí, con las herramientas en mano, armé la moto y sentí cómo el sueño comenzaba a materializarse. Era viernes 6 de diciembre de 2024 cuando encendí el motor por primera vez y arranqué junto a mi amigo Gastón, que no solo me acompañaría en esta etapa, sino que compartiría conmigo todo el recorrido hasta Alaska con su propia Norden 901.
El viaje nos llevó a recorrer unos 3.500 kilómetros por paisajes tan variados como espectaculares, pasando por ciudades y lugares que, con cada kilómetro, se convirtieron en parte de la historia de esta aventura.
El primer tramo nos llevó a Azul, una tranquila ciudad bonaerense conocida por su tradición literaria gracias al escritor argentino Ricardo Güiraldes. Fue un comienzo relajado, pero ya en la ruta se sentía el cambio: menos edificios y más horizontes abiertos.
Desde allí, continuamos hacia Las Grutas, una joya de la costa atlántica patagónica. Este lugar es famoso por sus playas de aguas cálidas, algo inusual en la región, y por sus espectaculares acantilados. Nos detuvimos un momento para contemplar el océano, conscientes de que lo que venía por delante era una ruta cada vez más desafiante.
Fue un comienzo relajado, pero ya en la ruta se sentía el cambio: menos edificios y más horizontes abiertos.
El siguiente destino fue Puerto Madryn, puerta de entrada a la Península Valdés. Este sitio, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es conocido por su fauna marina. Aunque no tuvimos tiempo de detenernos mucho, sentimos la presencia del océano y de esa vida silvestre que más adelante nos acompañaría en la estepa.
En la localidad de Camarones, hicimos una parada para almorzar en un pequeño restaurante atendido por una señora amable que nos sirvió unos ravioles con estofado. Fue, sin duda, uno de esos lugares donde la comida sencilla y casera cobra un sabor inolvidable.
A medida que avanzábamos, el paisaje se volvía cada vez más árido. Llegamos a Comodoro Rivadavia, una ciudad marcada por su historia petrolera y los fuertes vientos patagónicos que nos dieron un adelanto de lo que nos esperaba.
De Comodoro nos dirigimos a Puerto San Julián, un pequeño puerto natural con una historia fascinante. Aquí desembarcó Magallanes en 1520 durante su expedición para dar la vuelta al mundo. La cena de esa noche fue un cordero al disco en un restaurante pequeño del pueblo, un plato que quedará grabado como uno de los mejores sabores del viaje.
En este punto, la aventura tomó una nueva dimensión. Nos enteramos de que Santiago, un amigo que comparte nuestra pasión por las motos y los grandes viajes, se uniría a nosotros en febrero para la segunda etapa del desafío. Santiago había comprado su Africa Twin en Miami y estaba en pleno proceso de preparación para enviarla a Ushuaia. Al igual que nosotros, su meta era sellar el pasaporte con el primer medio sello del Camino de América, algo que lo llenaba de la misma emoción y expectativa que a nosotros.
Desde Puerto San Julián continuamos hacia Cerro Sombrero, donde nos alojamos en una hostería de ensueño. El lugar era cálido, acogedor, y sus dueños nos hicieron sentir como en casa. Tras un día intenso de manejo y paisajes desafiantes, dormir allí fue como encontrar un oasis en medio de la aventura. La calidez del lugar, sumada a la amabilidad de quienes lo atendían, convirtió esa noche en una de las más reconfortantes del viaje.
Al día siguiente, cruzamos a Tierra del Fuego y almorzamos en Río Grande con nuestro querido amigo Martín, quien nos recibió con la hospitalidad característica de la región. Después, hicimos una parada en Tolhuin, un pintoresco pueblo conocido como el “corazón de la isla”. Allí, nos detuvimos en la emblemática Panadería La Unión, famosa por ser un punto de encuentro para viajeros de todo el mundo. Disfrutamos de un café acompañado de deliciosas facturas y nos tomamos un momento para disfrutar del ambiente cálido, donde las paredes están decoradas con fotos y mensajes de otros aventureros que pasaron por allí.
Desde Tolhuin, nos dirigimos al Museo MTO Café 3005, un lugar que respira la pasión por los viajes y las motos. Allí, nos recibieron con una calidez especial, rodeados de historias de viajeros que, como nosotros, habían llegado hasta el fin del mundo. Este museo, con su singular colección de objetos y recuerdos de motoristas, marcó un momento especial en nuestra travesía: sellamos nuestros pasaportes con el primer medio sello del Camino de América, un hito que nos hizo sentir que estábamos cada vez más cerca de cumplir este gran sueño.
El tramo final hacia Ushuaia nos llevó por un camino desafiante junto al Lago Escondido, enfrentándonos a condiciones difíciles: barro, ríos y piedras. Este tramo, que pertenece a la Ruta Nacional 3, fue uno de los más exigentes, pero el paisaje que nos rodeaba —el lago de aguas esmeralda y los frondosos bosques fueguinos— hacía que cada esfuerzo valiera la pena.
Finalmente, después de kilómetros de paisajes desolados y montañas que empezaban a aparecer en el horizonte, llegamos a Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Allí celebramos con un almuerzo inolvidable en el restaurante Isabel, donde probamos un cordero a la cazadora que, sin dudas, fue una de las mejores comidas de nuestras vidas.
Parados frente al imponente paisaje del fin del mundo, con la cordillera detrás y el Canal Beagle frente a nosotros, compartimos miradas de satisfacción y asombro. No éramos solo amigos recorriendo un continente: éramos compañeros en un sueño que ahora se sentía más posible que nunca.
Sabemos que lo mejor está por delante. La ruta hacia Alaska será larga y desafiante, pero la emoción de enfrentarla juntos hace que todo parezca posible. Este viaje no es solo sobre llegar a un destino; es sobre compartir el camino, los sueños y las experiencias que nos transforman. Y con cada kilómetro que recorremos, entendemos que esta aventura no es solo nuestra, sino de todos los que alguna vez soñaron con conquistar el mundo sobre dos ruedas.