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LIMA – GUAYAQUIL | ENTRE AVERÍAS, AMISTAD Y EL CAMINO AL NORTE

Nueva etapa, nuevas rutas, nuevas sensaciones… y la ilusión intacta: seguir persiguiendo ese gran sueño que nos empuja desde el inicio: llegar a Alaska.

Día 1 | Lima a Huaraz

Aterrizamos en Lima con el primer sol del día, y como ya sabíamos que faltaban algunas horas para que la ciudad despierte, nos refugiamos un rato en un hotel cápsula del aeropuerto, de esos donde pagás por hora para dormir como en una nave espacial. Ideal para un poco de Descanso, para resetear cuerpo y mente, antes de volver a la carga.

Después, directo al dealer Husqvarna de Lima, donde habíamos dejado las motos para un service completo. Ahí nos esperaba Felipe, ese amigo de la ruta que conocimos en la etapa anterior. Le llevamos unos whiskies de regalo como agradecimiento, porque en el mundo motero, los detalles importan.

Cuando montamos las motos y salimos, noté algo raro (y bueno) en la mía: estaba andando mejor que nunca. Me fijé y vi que la computadora había sido reseteada, toda la configuración estaba distinta. Sentí que tenía moto nueva. ¡Feliz! Ese primer tramo lo hicimos por caminos más cercanos al Pacífico, sin subir tanto a la montaña como en la etapa anterior. Era como cambiar el aire. Hicimos unos 400 km hasta Huaraz, un pueblo chico, medio sin brillo, pero perfecto para una parada antes que caiga la noche.

Día 2 | Huaraz, motor fundido y golpe de realidad

Salimos temprano, y a los 100 km aproximadamente… flashazo. De reojo veo que se prende la luz de presión de aceite baja. Pero cuando enfoco bien, ya se había apagado. Me quedé con la duda. El día anterior, la moto había estado haciendo cosas raras, como activar las balizas solas. Algo no cerraba.

A los 15 minutos, la luz se enciende otra vez y no se apaga más. Le aviso a Santi, paramos al costado. Revisamos: aceite, todo OK. Volvemos a arrancar. Luz apagada. Seguimos.

Pero 15 km después: la luz vuelve y la moto pierde potencia. Desacelero… nada. Se apaga. Con el envión llegamos al costado de la ruta. Le doy arranque… y suena a sonajero de bebé.
El diagnóstico fue inmediato: motor fundido.

Estábamos en el medio de Perú, entre montañas y rutas vacías. ¿Qué hacés?

Con los nervios a flor de piel y sin mucho margen, Santi saca de su bolso unos zunchos que venía cargando desde Ushuaia (“por las dudas”), y fabricamos una cuarta improvisada. Así, atados, hicimos 80 km siguiendo para el Norte.

Recalculamos. ¿Volver a Lima? ¿Seguir? ¿Cómo?

Al revisar el mapa, vemos que habíamos pasado por una ciudad grande antes: Chimbote. Decidimos dar la vuelta. Era temprano, había margen. Almorzamos en un lugar al costado de la ruta. El pueblo no decía mucho, hasta que nos dimos cuenta de que estábamos en las afueras. Entramos a la verdadera Chimbote: calles asfaltadas, movimiento, todo más vivo.

Felipe nos había recomendado una empresa de logística “Shalom”. Pensamos en enviar la moto a Lima en camión, pero eso implicaba arriesgar los tiempos de permanencia legal en Perú y repetir la pesadilla boliviana.

Entonces se nos prendió la lamparita: mandarla directo a Aguas Verdes, la frontera con Ecuador. La cruzaríamos remolcada, legalmente fuera de Perú. Y eso hicimos: esa misma tarde la moto ya estaba en camino. Con la grand ayuda de Jesus, un hombre que encontramos en la puerta de Shalom y nos ayudo a embalar la moto en tiempo record!

En un día: fundimos, planeamos, recalculamos y despachamos. Pasteles.

Ese día fue una montaña rusa. Pero fue también el día en que Santi, sin dudarlo, se puso el viaje al hombro. Me remolcó, me bancó, manejó las decisiones con lucidez y empuje. Esta etapa, sin dudas, es toda de él. Gracias amigo.

Día 3 | Chimbote a Piura

Con la Norden viajando en camión, nos subimos los dos a la Africa Twin de Santi. Atamos mi bolso, ajustamos bien las ganas, y salimos.

Queríamos llegar hasta Máncora, ya cerca de la frontera. Pero eran muchos kilómetros (casi 800), así que hicimos noche en Piura. Una ciudad linda, con alma norteña, con ese toque peruano de gran comida y gente amable.

Día 4 al 6 | Máncora

Estábamos cerca, pero Perú tiene su propio ritmo. El tráfico en los pueblos, los animales sueltos, los paisajes que te obligan a frenar y mirar… todo ralentiza.

¡Llegamos! Y valió la pena. Máncora, con su energía surfer y de buena vibra, nos recibió con nubes pero con brazos abiertos.

Fuimos a un hotel que parecía bueno y terminó siendo espectacular, con gente muy cálida. Pasamos tres días inolvidables. Torneos de vóley, atardeceres de postal, karaoke, cabalgatas en la playa, pisco sours (muchos), comida excelente… y una conexión única con la gente del lugar. Nos hicimos amigos de todos.

Mientras tanto, la Norden seguía avanzando como podía dentro del laberinto logístico peruano. Cada centro de distribución implicaba un cambio de camión. Gracias al Apple AirTag la pudimos seguir en tiempo real. Un reality show en vivo.

Día 7 | De Máncora a Aguas Verdes y cruce a Ecuador

Llegó el día. La moto estaba por llegar a la frontera. Nos despedimos de la gente del hotel con abrazos sinceros y salimos rumbo a Aguas Verdes.

En la frontera nos dijeron que el camión llegaba en 2 horas. Fuimos a comer algo, volvimos… y nada. No había moto. Estaba en un centro logístico 40 km atrás. ¡Habíamos pasado por ahí sin saberlo!

Volvemos, buscamos la moto, chequeamos todo, atamos cabos (literalmente), y volvimos a la frontera. Ya era de noche. Yo iba atrás sin luces, remolcado, casi a ciegas. Pero el foco era uno: cruzar.

Pasamos migraciones, hicimos los trámites, y cruzamos a Ecuador. Legales. Vivos. Atados, pero adelante.

Dormimos en un hotel que parecía abandonado, con un parque de diversiones vacío. De película.

Día 8 | A Guayaquil y cierre de etapa

Ya con el estrés atrás, al otro día salimos hacia Guayaquil. En el camino me contacté con Renato, un contacto que nos iba a ayudar a mandar la moto a Miami, donde se sumaría de nuevo a la travesía (ya con la Africa lista para entrar en acción).

Llegamos, le entregamos la moto y nos fuimos al hotel. Nuestro vuelo salía al amanecer.

Cierre de etapa. Difícil, pero inolvidable.

Porque la aventura no está solo en el destino, sino en cómo uno se sobrepone a los imprevistos. Y con amigos así, todo se puede.

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